¿El gasto en salud aumenta por el número de ancianos?

Uno de los argumentos que se utilizan con mayor frecuencia para cuestionar la viabilidad de los estados del bienestar en Europa es el de la transición demográfica, según la cual el creciente número de ancianos en las poblaciones europeas está haciendo insostenibles los servicios públicos, como la atención de salud. Se asume que debido al crecimiento de la población adulta mayor, que consume en mayor medida estos servicios, éstos quedarán colapsados por su incapacidad de responder a la gran demanda de esta población.

Sin embargo, la evidencia científica cuestiona estos supuestos. Es cierto que los ancianos consumen más servicios sanitarios que los jóvenes y adultos. Pero los estudios realizados por el Center for Studying Health Systems Change de EEUU muestran que en Estados Unidos sólo un 10% de incremento de los gastos sanitarios se debe al mayor crecimiento de utilización de los servicios de salud por parte de los ancianos (el crecimiento anual del gasto sanitario en EE.UU. es un 8,1%, del cual sólo un 0,73% se debe al crecimiento del consumo sanitario de la población mayor de 65 años).

Esto quiere decir que el 90% del crecimiento del gasto se debe, en realidad, al crecimiento de la inflación médica, a la mayor intensidad tecnológica en los tratamientos (debido, en parte, al acceso a nuevas tecnologías médicas) y al crecimiento de la población.

Sólo un 10% se debe al crecimiento de la población anciana. Es más, el profesor Thomas Bodenheimer, en un artículo en Annals of Internal Medicine (2005.142:847-54), ha documentado en un estudio internacional el impacto del envejecimiento en los servicios sanitarios, mostrando que no hay una relación estadística entre el gasto sanitario en un país y el porcentaje de la población que es anciana.

En realidad, se exagera el impacto de la edad en la enfermedad, ignorándose que existe un mejoramiento muy notable de la salud de los ancianos. Un artículo, publicado por el National Long Term Care Survey, muestra en EEUU un gran descenso de las discapacidades crónicas entre los ancianos durante las últimas dos décadas, lo cual explica que, mientras el número de ancianos creció de 26,9 millones en 1982 a 35,5 millones en 1999, el número de personas con discapacidades crónicas descendió durante el mismo periodo pasando de 7,1 millones a 7 millones.

Artículo completo en el blog Vejez  y vida

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